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Cornelius Castoriadis fallece a los 75 años
Filósofo y pensador político que inspiró profundamente la revuelta en Francia en Mayo de '68
David Ames Curtis.[1]

El filosofo de la imaginación social, cofundador del legendario grupo revolucionario y de la revista del mismo nombre, Socialisme ou Barbarie, cuyo pensamiento germinal de lo político y social inspiró de manera importante los acontecimientos de Mayo del 68 en Francia, fue economista y ejerció como funcionario de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, luego psicoanalista en ejercicio, reconocido sovietólogo y personificación de la conciencia crítica de la izquierda internacional, Cornelius Castoriadis falleció el 26 de diciembre de 1997, en Paris a la edad de 75 años. Le sobreviven su esposa Zoé, su hija Cybèle y una hija mayor Sparta.

Las ideas de Castoriadis son más conocidas que su nombre. Para evitar la deportación de Francia, él tuvo que escribir bajo seudónimo. Creada en los años 1960s la revista hermana de Socialisme ou Barbarie, London Solidarity -y posteriormente también Philadelphia Solidarity- dieron a conocer traducciones de "Chalieu" y "Cardan" con relativo éxito. No fue hasta los años 1970s, cuando Castoriadis obtuvo la ciudadanía francesa y empezó a publicar con su nombre cuando los estudiantes radicales, motivados por sus ideas, descubrieron quien los había inspirado. Una primera traducción al inglés apareció en 1984. 1997 marca una fecha crucial para la difusión de su obra en el mundo anglosajón[2] con la aparición en inglés de su nueva colección de escritos, World in Fragments[3], una retrospectiva Castoriadis Reader, la edición en inglés de su obra más acabada The Imaginary Institution of Society[4], un número especial dedicado a su pensamiento por la revista australiana Thesis Eleven y la salida a la luz de la primera versión del portal electrónico Cornelius Castoriadis/Agora International.

Castoriadis se libró de las modas intelectuales de su tiempo. Aquellas francesas, como las representadas por los compañeros de viaje del existencialismo, estructuralismo, posestructuralismo, deconstrucción y posmodernismo (posteriormente vanagloriadas por el ex-miembro de S. ou B. Jean-François Lyotard), se encontraban entre las que fueron blanco de su crítica intensa y devastadora aunque no pocas veces llena de humor. Analisis que no se contuvo ante la Teoría Critica Alemana, de Max Horkheimer, Theodor Adorno y Herbert Marcuse hasta llegar a Jürgen Habermas todos ellos demasiado benévolos en sus críticas del Marxismo "Soviético". Castoriadis pensaba por sí mismo y lo hacía junto a un pequeño grupo de trabajadores e intelectuales que se negaron a disimular o a avalar la opresión, cualquiera que fuera su signo. Su revista fue activa durante la lucha en contra de la Guerra en la Argelia Francesa, no obstante lo cual Castoriadis nunca cedió ante la retorica "Tercermundista" ni ofreció "apoyo crítico" a los dictadores "de izquierda".

Esta solida e independiente clarividencia se tradujo en un reconocimiento para él y su grupo y fue pieza clave para la formación de una izquierda radical no-comunista en la Francia de la posguerra. Tan crítico de sí mismo como de los demás, Castoriadis nunca renuncio a sus convicciones en el sentido de que la gente común pueda gobernar su propia vida e instituir la autogestión sin jefes, managers, políticos profesionales, líderes de partido, curas, expertos, terapeutas o gurús. No había pues "Dios que fracasaba" en lugar de la ausencia de Dios, ni "Razón de la Historia", ni "procesos dialecticos inevitables" que garantizan el éxito o que salvan a la gente de la locura que ella ha creado o de la tragedia.

Castoriadis nació el 11 de marzo de 1922, en Constantinopla. Su familia emigró unos meses más tarde para escapar de la contienda entre Grecia y Turquía. Creció en una Atenas marcada por la dictadura, la guerra mundial, la ocupación y la liberación. Miembro de la Juventud Comunista griega a los 15 años, pronto formó un grupo de oposición. Era la atmosfera extremadamente polarizada de la Grecia del tiempo de la guerra, cuando la mayoría de los militantes regresarían a las filas comunistas. Castoriadis adhirió a la facción del trotskismo griego mas a la izquierda, decisión que lo colocó en una posición riesgosa respecto tanto a los ataques de los comunistas como a aquellos de los fascistas.

El momento político decisivo en la vida adulta de Castoriadis ocurrió en diciembre de 1944, cuando el PC griego intentó un golpe de Estado. Inclusive sus camaradas trotskistas quienes tenían esperanza de que los acontecimientos empujaran al PC hacia la izquierda, pensaban que el hecho anunciaba cambios revolucionarios. Castoriadis no compartía tal optimismo. Con un sentido premonitorio que se volvió característico en él, pronosticó que el golpe, de haber tenido éxito, no habría resultado en la creación revolucionaria de una sociedad sin clases sino en la instalación de un régimen similar al de Rusia.

Castoriadis se libró de la sangrienta guerra civil en Grecia gracias a que obtuvo una beca en Francia que decidió aceptar. Partió de El Pireo en diciembre de 1945, a bordo del Mataroa, un barco que transportaba tropas con bandera neozelandesa y desde entonces famoso por haber llevado a Francia una generación de intelectuales griegos, entre los que se encontraban también Kostas Axelos y Kostas Papaioannou. En Paris se unió a los trotskistas y empezó a desarrollar las consecuencias de su antiestalinismo libertario radical.

Años atrás el líder expulsado del Partido Comunista Yugoslavo Milovan Djilas se hizo famoso por caracterizar a los jefes comunistas como una "nueva clase", Castoriadis analizó el "capitalismo burocrático" tanto en el Este como en el Oeste. Él hizo la distinción de una forma de capitalismo burocratico "fragmentada" en el Occidente -en donde a la hora de la Gran Depresión, el New Deal, la guerra mundial y la emergencia del Estado de Bienestar, un estrato de administradores del Estado y privados, secundados por los jefes de negocio sindicales, empezaron a substituir a los propietarios privados del capital en tanto que principales directores de la producción y de la economía y mayores oponentes de los trabajadores- y la otra forma demencial de capitalismo burocratico "total y totalitaria" cuya expresión más álgida tuvo lugar bajo el terror del régimen de Stalin y de sus apparatchiks. Siendo el primero que tradujo Max Weber al griego, Castoriadis se sirvió de la original, por no decir a-ortodoxa, extensión de la teoría marxista que obra en los escritos sobre la burocracia del sociólogo.

El primer choque frontal que tuvo Castoriadis con la Cuarta Internacional fue sobre la cuestión de la "defensa incondicional de la URSS" que en determinado momento postulaban los trotskistas. En otro momento (1948) los trotskistas franceses propusieron una alianza con el Estado policiaco del general Tito, que a la sazón rompió con el régimen de Stalin. Socialisme ou Barbarie, el grupo que había conformado internamente con fuerzas de oposición afines, se transformó en una organización separada. En esa misma época los radicales de Detroit agrupados en torno a Raya Dunayevsya (secretaria en México de Leon Trotski), C.L.R. James (crítico literario Pan-Africano nacido en Trinidad, escritor experto en cricket, interlocutor de Trotski en "La cuestión Negra" a la hora de su adopción Americana) y Grace Lee Boggs (mujer china-estadounidense, estudiante de filosofía en la Francia de preguerra) rompen con el trotskismo estadounidense y operan de modo coordinado con S. ou B. durante los años 1950s.

Lo que diferenció a Socialisme ou Barbarie de muchos otros grupos revolucionarios fue su idea de que el socialismo implicaba no el gobierno de un "partido dirigente" versado en teoría marxista, sino la autogestión obrera de la producción y la sociedad. En el primer número de la revista Socialisme ou Barbarie de 1949, Castoriadis predijo que la respuesta de la clase obrera a la toma del poder en Europa del Este por parte de Stalin sería una revuelta en contra de "su" nueva burocracia.

Los consejos obreros organizados durante la Revolución Húngara de 1956 confirmaron plenamente su predicción, aunque esta revuelta obrera en contra del "Comunismo" produjo una gran confusión en la mayor parte de la izquierda. Junto a otro cofundador de Socialisme ou Barbarie, Claude Lefort, Castoriadis y su revista desafiaron el apoyo-critico a las políticas de la URSS por parte de prominentes intelectuales franceses como Jean-Paul Sartre. (Lefort había estudiado con el filosofo francés Maurice Merleau-Ponty, quien eventualmente había renunciado como editor político de la revista de SartreLes Temps Modernes.) Con el paso del tiempo Sartre habría declarado que "Castoriadis tenía razón, pero en el momento equivocado". A lo que Castoriadis respondió bromeando que Sartre tuvo el honor de "estar equivocado en el momento oportuno".

Desarrollando su concepto de "capitalismo burocrático", Castoriadis estableció que el conflicto mayor que había salido a la luz era aquel entre "ejecutantes" y "dirigentes", o "directores". Aquello que distingue al capitalismo -en particular en su estado burocrático de mega fabricas, gigantes corporaciones geográficamente dispersas y maquinas técnicamente complejas- de las tempranas sociedades basadas en la esclavitud o el feudalismo, consiste en que los trabajadores ahora mantienen el sistema operando no gracias a que obedecen ordenes (las revueltas de los esclavos o las Jacqueries ofrecen un contra ejemplo proveniente de las sociedades previas) sino gracias a que resisten y contravienen las irracionales y a menudo absurdas órdenes dadas por el estrato administrativo que está al margen de la realidad cotidiana de la producción (la prueba más elocuente es la que proporciona el "trabajo regulado"). Él argumentó que esta resistencia, que se expresa inicialmente a través de la cooperación entre "grupos informales" comprometidos, también motiva una tendencia hacia acciones autónomas que pueden servir como base para la transformación de la sociedad.

Con una burocracia managerialista en empresas públicas, negocios privados de arriba a abajo, los sindicatos integrados remplazan a los dueños del capital en tanto que rostro visible del capitalismo, aquellos que ejecutan las tareas de producción tienen que ser alentados para que participen y muestren iniciativa. Al mismo tiempo y de cualquier manera, la administración impulsa este estado de cosas como forma que impide la toma de decisiones independiente de parte de esos ejecutantes.

A partir de la experiencia de la Revolución Húngara, Castoriadis redactó su texto clásico sobre cómo una sociedad auto gestionada debería de funcionar. Hasta nuestros días "El contenido del socialismo"[5] sigue siendo el punto de referencia del socialismo libertario. Pero la inminente ascensión al poder de De Gaulle en 1958 hizo que otro fenómeno atrajera su atención. Para S.ou B. el Gaullismo representaba la modernización de Francia y no un incipiente fascismo. Con el colapso del movimiento revolucionario y el advenimiento del "capitalismo moderno", la burocracia alentó y alimentó las privatizaciones masivas y la despolitización. La apatía se convierte en la norma cuando los intentos de participación de la gente son sistemáticamente frustrados.

Ya desde los primeros años sesenta Castoriadis también tuvo conocimiento de tendencias compensatorias al panorama descrito. Antes que muchos otros, él reconoció que el movimiento de los delegados sindicales de piso, en los talleres en Inglaterra, los nacientes movimientos de jóvenes, mujeres y de opositores a la guerra, así como las luchas de minorías radicales y culturales ofrecían perspectivas para la revuelta contra la sociedad moderna que podrían impulsar maneras alternativas de vivir, como expresiones de autonomía impredecibles y sin precedentes.

La conclusión lógica de la bancarrota del comunismo ruso y el surgimiento del capitalismo moderno -con su simultaneo apoyo y freno de la participación de la gente, y las nuevas formas de oposición resultantes- consistió en que el marxismo mismo se había convertido en una ideología de opresión que aletargaba las conciencias, sin contacto con los nuevos movimientos y aspiraciones de cambio. En los números finales de Socialisme ou Barbarie, Castoriadis planteo la nueva alternativa en términos tajantes: uno tenía que decidir entre seguir siendo marxista o…seguir siendo revolucionario. Para él era obvio cual sería su opción.

Castoriadis pasó los últimos 30 años de su vida revisando la publicación de sus textos aparecidos en Socialisme ou Barbarie y desarrollando incesantemente, a partir de su último ensayo en la revista, una concepción altamente original de la historia como creación por parte del imaginario radical -irreductible a cualquier plan predeterminado, ya sea natural, racional o divino. En la Institución imaginaria de la sociedad y en la colección progresiva de escritos (Encrucijadas del laberinto), Castoriadis elaboró sus planteamientos sin renunciar nunca a su concepción inicial de la "autogestión obrera"; más bien, expandió aquella idea germinal apuntando a la existencia de un "proyecto de autonomía" que, según él, surgió en la Grecia antigua y continua hasta el presente.

Castoriadis se retiro en 1970 de su puesto de Director de Estadísticas, Cuentas Nacionales y Estudios de Desarrollo de la OCDE, un trabajo que le permitió estudiar en profundidad las economías capitalistas más desarrolladas. Se convirtió en psicoanalista en ejercicio en 1974, y fue elegido como Director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris en 1979. Como psicoanalista, y a través de ponencias y libros, desarrolló una renovación marcada de la teoría freudiana planteando una original "monada psíquica" que debe ser socializada por la fuerza y que nunca acepta plenamente identificarse con el individuo social en la que se la moldea. Los sueños (abiertamente sexuales o no), deslices, fingimientos, transgresiones, e incluso la subversión dan testimonio de la persistencia de este indestructible sustrato asocial de la psique -la cual, en caso de encontrarse parcialmente socializada, puede servir como una fuente inagotable del cambio social imaginativo.

Las ideas de Jacques Lacan, Michel Foucault y otros en relación a la denominada "muerte del sujeto" y la "muerte del hombre", como para el caso de la muerte de Mark Twain, fueron consideradas "levemente exageradas". Con su esposa de la época, Piera Aulagnier, Castoriadis desafió el imperio del lacanismo en círculos psicoanalistas franceses, llamando a una ruptura con el "Tercer Grupo" de Lacan en 1968. Se opuso a esa retorica gracias a la idea de que el psicoanálisis -como la pedagogía y la política, aunque de modos diferentes- buscan la autonomía de los seres humanos. El propósito del psicoanálisis es el de establecer una "relación nueva" con el propio inconsciente, caracterizada por la lucidez auto-reflexiva y deliberante, un claro reconocimiento y aceptación del propio imaginario creador inconsciente. La versión freudiana de la formulación griega antigua "Conócete a ti mismo", recibió pues una nueva y poderosa articulación alejada de los estados caprichosos de la terapéutica contemporánea, la fármaco-dependencia y las tendencias antipsicoanalíticas.

Sin embargo, la contribución más original y permanente de Castoriadis fue en calidad de filósofo del imaginario social. Según él, la verdadera oposición no es "el individuo contra la sociedad", mediados por la "intersubjetividad", sino la psique versus la sociedad como polos mutuamente irreductibles; esto debido a que la monada psíquica original no puede producir, por si misma, significaciones sociales. Al crear "significaciones del imaginario social", que no se pueden deducir de elementos o fuerzas racionales o reales, cada sociedad se instituye a sí misma -aunque normalmente sin saber que lo está haciendo y , en la mayoría de los casos, impidiéndose a sí misma, por medios heterónomos, el reconocimiento de su propia auto institución. Su concepto de "imaginario radical social instituyente" -basado en una distinción decisiva entre "sociedad instituyente" y "sociedad instituida" que se infieren mutuamente- rompe simultáneamente con el funcionalismo y el estructuralismo, al mismo tiempo que proporciona la clave para entender una original forma de ser: "lo histórico-social" -una unidad que se autoinstituye y se autotransforma y que no se deja reducir a lo físico, biológico o psíquico.

Dos temas clave emergen de sus últimos escritos. El primero tiene que ver con el descubrimiento por Castoriadis del imaginario. Castoriadis encontró que el imaginario trastoca el entero edificio de la "filosofía heredada". En Acerca del alma, Aristóteles prevé aquello que se convertirá en la visión corriente del imaginario marcado por la irrealidad, la simulación y la impotencia negativa. Además aparentemente colado por ahí, Aristóteles retoma la phantasia al final de su tratamiento de forma tal que viola su propia canónica separación entre sensación e intelecto. Inversamente, como hace notar el filósofo alemán del siglo XX, Martin Heidegger, Emanuel Kant había concedido a la "imaginación trascendente" un lugar central en su Crítica de la Razón Pura (1781) pero unos años después, en la segunda edición, ese lugar había sido suprimido. Heidegger describe este viraje como un "retroceso" de Kant respecto al poderoso e inaprensible imaginario. Curiosamente el propio Heidegger desistió de hacer cualquier mención a este respecto. Castoriadis observó también que, a pesar de que Freud habla de "fantasías" todo el tiempo, el fundador del psicoanálisis moderno se abstiene de nombrar, no hablemos de examinar, este poder extraño que hace posible llevar lo imaginario, lo no existente, a la existencia.

Un segundo tema central es el "nacimiento conjunto", en la Grecia clásica, de la filosofía y la política. Caracterizada por un cuestionamiento consciente de las representaciones instituidas por la sociedad, la filosofía se desenvuelve codo a codo con la política, a la que Castoriadis definió como el intento lúcido de la sociedad por alterar sus propias instituciones. Ambas estarían asociadas con el proyecto de autonomía cuyas principales manifestaciones él identificó en los tempranos desafíos de los burgos a la Iglesia y al Rey, las revoluciones americana y francesa, el movimiento obrero, los movimientos de las mujeres y los jóvenes de las sociedades occidentales, así como en los intentos modernos de llevar la filosofía mas allá de las fronteras teológicas. Castoriadis dedicó particular atención al advenimiento de la democracia ciudadana en la Atenas del S. V a.C. Examinó sus instituciones de democracia directa a fin de contrastarlas con aquellas vigentes en las "democracias representativas", las cuales establecen actualmente un tipo de detentores permanentes del poder divorciados de los ciudadanos corrientes. Castoriadis prefería el término "oligarquía liberal" para describir a las actuales jerarquías políticas occidentales.

Castoriadis nunca dejó de producir. Estuvo como profesor invitado en los Estados Unidos oponiéndose a los caprichos recientes del psicoanálisis. ""Tenemos que seguir tratando" me escribió en una nota, "para diseminar del otro lado del Atlantico" esa "peste" del conocimiento de sí mismo[6] que Freud decía estar llevando consigo cuando visitó los Estados Unidos.

Poco antes de la reciente caída global del mercado financiero Castoriadis había terminado un artículo sobre "La 'racionalidad' del capitalismo". Se preguntaba cuán lejos podía llegar este último-siguiendo su propia lógica pero también yendo en contra de ella- en su tendencia a convertir al mundo en un "casino planetario" caracterizado por la especulación monetaria y financiera. Observaba que, en unos pocos días, sumas superiores a todo el PIB de EUA se jugaban electrónicamente a nivel mundial a través de apuestas apalancadas sin ninguna utilidad productiva.

La obra de Castoriadis será recordada por su asombrosa continuidad y coherencia, así como por su extraordinaria amplitud. Fue "enciclopédica" en el sentido originalmente griego del término, puesto que nos ofreció una paideia, o educación, que llegó a completar el circulo de nuestros conocimientos generalmente compartimentalizados en las artes y las ciencias. Castoriadis escribió ensayos profundos e innovadores sobre física, biología, antropología, psicoanálisis, lingüística, sociedad, economía, política, filosofía, y arte sin pretender jamás el dominio espurio de los "expertos" ni perder la visión del cuadro global. Lo evidente es que la autonomía aparece como el tema vinculante de todos sus escritos desde la posguerra. Hasta el día de su muerte no dejó de elaborar sobre el significado, aplicaciones, ramificaciones y limites de este concepto.

La llegada de la propia muerte era para él un tema recurrente. Necesitamos una "ética de la mortalidad" para contrarrestar las promesas heterónomas de eternidad. Esta ética era una parte integral de la visión de los griegos en el sentido de que una vida después de la muerte, si eso pudiera existir, sería mucho peor que la vida sobre tierra. En tanto que institución democrática, la tragedia -la representación pública de una pieza que se termina con la muerte- rememora a los atenienses la ausencia de sentido, de pensamientos y actos así como la necesidad de la autolimitación para mantener bajo control a la hubris.

La única limitación genuina que la democracia puede concebir es la auto-limitación, la cual en último análisis solo puede ser la tarea y el trabajo de individuos (de ciudadanos) educados a través y por la democracia. Esa educación es imposible sin la aceptación del hecho de que las instituciones que nos damos no son ni absolutamente necesarias ni totalmente contingentes. Esto quiere decir que ningún sentido nos es dado como un regalo, mucho menos que hay un garante o una garantía del sentido; esto significa que no hay otro sentido que el que nosotros creamos en y a través de la historia. Y esto significa finalmente que la democracia, como la filosofía, se ubica necesariamente al margen de lo sagrado. En otros términos, la democracia requiere que los seres humanos acepten en su comportamiento corriente aquello que hasta ahora ellos casi nunca han querido aceptar (y que en lo más profundo, prácticamente nunca aceptamos), es decir que ellos son mortales. Es solamente a partir de esta insuperable -y casi imposible- convicción de la mortalidad de cada uno de nosotros y de todos nosotros, que la gente puede vivir como seres autónomos, ver en los otros a seres autónomos y hacer posible una sociedad autónoma.

En su trabajo y en su vida, Cornelius Castoriadis vivió esta ética democrática de la mortalidad hasta el final.

Notes:

N.B.: Una bibliografía completa de textos de y sobre Castoriadis, así como información y novedades acerca del autor, pueden encontrarse también en el portal electrónico Cornelius Castoriadis/Agora International.

[1] La presente es la primera traducción integral al castellano del texto en inglés de David Ames Curtis, por Rafael Miranda. A quien corresponde igualmente las citas a pie de página para adaptar el texto a los lectores hispanohablantes Se tomó como base, con el acuerdo del autor, para completarlo, la primera traducción parcial del texto publicada por Hernando Calla en La razón. La Paz. Bolivia. 27/12/1998.

[2] En los años 70s Ruedo Ibérico, editorial española en el exilio y más adelante en los primeros años 80s Tusquets empezaron a hacer traducciones de la obra de Castoriadis. Posteriormente, para América, cabe destacar en ese sentido el trabajo del grupo de exilados uruguayos en Suecia, organizados en torno a la revista Comunidad y las primeras traducciones efectuadas por la revista mexicanaVuelta.

[3] Aparecido en castellano en 1993, bajo el título El mundo Fragmentado. Encrucijadas del laberinto III. Editorial Altamira-Nordan (Hasta donde sabemos continuación del trabajo de Comunidad). Buenos Aires.

[4] Aparecido en Castellano en 1983, bajo el titulo La institución imaginaria de la sociedad. Vol. 1. Marxismo y teoría revolucionaria. Editorial Tusquets. Barcelona. El segundo volumen apareció bajo el titulo La institución imaginaria de la sociedad. Vol. 2. El imaginario social y la sociedad. Editorial Tusquets. Barcelona. 1989.

[5] Incluido parcialmente (parte III, no así las partes I y II de las que no existe traducción al castellano) en La experiencia del movimiento obrero. Vol. II. Proletariado y organización. Barcelona: Tusquets Editores, 1979.

[6] "Llevar la peste" es una expresión que utilizó Freud cuando viajó a los Estado Unidos para dar a conocer el psicoanálisis. N. de RM

12 vii 2008